martes, 6 de julio de 2010

Rojos y grises



Pintura en lienzo, papel, al agua. Con carboncillo, pinceles, ceras.
Con cuatro años sus trazos eran más rectos de lo normal y con seis empezó a ir a clases de arte, porque la niña apuntaba maneras.
En casa se hablaba constantemente de `los rojos´ y de `los grises´, palabras que a ella sólo le evocaban el olor a pintura de las clases extraescolares frente al caballete. Como sus progenitores no paraban de hablar de aquellos dos colores, la niña lo tomaba como un halago a sus dibujos y cambió la policromía por este dualismo de sangre y cielo nublado.
Acabó dándose cuenta que `los rojos´ y `los grises´ sólo llevaban a discusiones. Tantas, que hasta los lienzos también parecían chillar. Tras la disputa un portazo y, luego, el silencio invadió el ambiente.

- Papá, ¿a dónde ha ido mamá?
- Se ha ido con `los rojos´- contestó el hombre con un gruñido.

Tenía nueve años, podía haberse convertido en Picasso, Dalí, Goya o Miró, pero si `los rojos´ se habían llevado a su madre, no tenía sentido seguir pintando; y así fue como lo dejó.

Imagen: Anthony Coyle - Texto: Sheila García

martes, 25 de mayo de 2010

Ni a su hijo

-No puedes hacerme esto, es mi cumpleaños papá.
Fuera el bullicio seguía presente. Como cada mañana. Diferentes turistas fotografiando lo mismo, comentando lo mismo y pensando lo mismo. Por eso mismo, por la monotonía, resultaba especialmente destacable lo que estaba sucediendo en un sótano dentro de aquella catedral que todo el mundo retrataba con sus cámaras.
-Hijo de puta, ha llegado el momento de tu fin.
¿Por qué lo anormal sucede a escondidas? Durante siglos nuestro mundo podría permanecer estático a ojos de un extraño. Un mundo únicamente alterado por los inevitables cambios tecnológicos y evolutivos de nuestra raza, por lo demás, todo permanece igual. Rutinario. ¿Pero por qué los horrores siguen cometiéndose en privado mientras lo inalterable es lo público?
-¡Papá! ¿Qué te pasa? ¿Qué te he hecho?
De vez en cuando pasa. Es tan frecuente que nos hemos habituado a ello. Hay personas que se cansan de sonreir. Son aquellos a los que se le nubla la vista, aunque aseguran que es ahora cuando lo ven todo más claro. No quieren seguir haciéndole fotos a la vidriera, ni quieren comprarse otra camiseta de recuerdo y ni se les pasa por la cabeza dejarse robar de neuvo en una terraza de la zona turística. Figuras que pierden su sentido si son ubicadas en un tablero sin sentido.
-He dicho que te calles so mierda, esto lo hago por los dos. Pronto todo habrá pasado.
Era una simple catedral por dios. Era piedra esculpida, escaleras construídas y mentes poseídas. ¿Cómo es la mentalidad de un loco? ¿Es un loco o en realidad es el que goza de la más nítida de las percepciones?
-Papá por favor, ¡no me mates!
Si no se quería ni a sí mismo, ¿cómo iba a querer a otra persona?Ni a su hijo.


Imagen:Sheila García - Texto: Anthony Coyle

domingo, 25 de abril de 2010

Vehículos


- Ponte el cinturón de seguridad, que sino te van a poner una multa.
- Me lo pongo, pero no por la multa, sino porque puede salvarme la vida.

Imagen: Anthony Coyle - Texto: Sheila García

domingo, 18 de abril de 2010

Fruta

En un principio existían las naranjas y los limones. El hombre del sur sólo conocía las naranjas y por eso un dia, cansado de ellas, decidió que lo más lógico sería intercambarlas con sus vecinos del norte y así ambos tendrían naranjas y limones.
Los años pasaron y el hombre se cansó de limones y naranjas. Circulaban rumores sobre la existencia de un pueblo del este que cultivaba un novedoso fruto rojo. - ¿Rojo? Demasiado exótico y extravagante para mí- pensaron algunos hombres. Finalmente, tras mucha deliberación y trifulcas, se tomó la democrática decisión de emprender un viaje hacia lejanas tierras desconocidas en busca de dicho fruto. Finalmente, el tomate hizo acto de presencia en las vidas de los productores de cítricos, y con él una estremecedora novedad.

Los productores de tomate, sorprendidos pero no cautivaos por las naranjas y los limones, consideraban que su fruto eran má nutritivo y se negaban a realizar un intercambio limpio. -Dos tomates a cambio de un limón.-Solían decir con tono tosco y ofuscado ante los siempre sorprendidos comerciantes extranjeros, que irremediablemente cedían seducidos por la idea de traer a su pueblo semejante novedad.

Con el tiempo, emocionantes novedades sacudieron los mencionados pueblos: Plátanos, kiwis y peras...asombrosos ingenios de la naturaleza cuyo valor, se temían los tomateros, limoneros y naranjeros debía de ser exorbitado.

Pero se equivocaron. Nuevos problemas nacieron de estos nuevos ciudadanos del aún más lejano este. Éstos no se contentaban con fruta alguna, en cambio, les seducía la idea de lucir los bellos ropajes de estos desconocidos comedores de naranjas, limones y tomates.
Los fruteros, emocionados y contentos ante semejante noticia, no dudaron en cederles toda la ropa que quisieran a cambio de sus nuevas frutas. Al fin y al cabo llevaban toda la vida cultivando el arte de la moda y ésta no tenía ni secretos ni aparentemente límites materiales para ellos.

Así, todos vistieron preciosos ropajes con distintos motivos y comieron sus naranjas, limones, tomates, plátanos, kiwis y peras. Y fueron realmente felices.

Un día llegaron a la aldea inicial unos señores montados a lomos de bellos corceles. C-a-b-a-l-l-o... decían los forasteros a los incrédulos nativos.-¿Cuántos ropajes querrás por una de tus bestias?-preguntaron nerviosos y expectantes ante las posibilidades que se abrirían en sus vidas.

-¿Ropa?, no gracias, nosotros ya tenemos ropa, y naranjas, y limones, y tomates, y plátanos y kiwis. Nosotros queremos dinero-Dijeron los forasteros entre risas. Entonces empezaron los problemas.

Imagen:Sheila García - Texto: Anthony Coyle

miércoles, 17 de marzo de 2010

Lola



Lola nació en casa de su tía Milagros a principios de los años `90, en un pueblo de Guadalajara que no superaba los 1.000 habitantes. Cambió los libros por las vacas, se sentaba en la hierba y no en el pupitre, sumaba con los dedos escondidos en el bolsillo de la chaqueta y su primer sueldo llegó en forma de propina por limpiar de noche el bar donde de día los hombres jugaban la partida y los niños pedían helados. Reunió 23 años y 46 monedas. Se despidió de su tía Milagros con un beso rápido antes de subir al coche de línea con dirección Madrid. No avisó ni a padres ni a amigos, porque estaba cansada de propinas ganadas de madrugada, del olor a lejía en las manos y de que hasta las vacas frunciesen el morro al escucharla quejarse de su vida.

Se asentó en un pueblo del sur de la Comunidad de Madrid, a unos 12 kilómetros de la capital. Comenzó de doncella en casas particulares. Su discreción y buen quehacer incrementó las recomendaciones y fundamentó su traslado a un hotel de la capital. El 16 de marzo de 1925 empezó a trabajar 10 kilómetro al norte, en pleno Paseo de la Castellana. Dos días después, una estantería le pegó la cara al suelo hasta incrustar los trozos de porcelana de toda la vajilla en cada poro de su piel. Dolores sentía, más cuándo la nombraban que cuando despertó intubada en La Paz. De aquello sólo quedan varias cicatrices, una espalda en forma de `u´ y una pensión por discapacidad. Se fueron las vacas, el olor a lejía y hasta su tía Milagros. Vinieron jóvenes y familias, el metro y el Cercanías.

En la misma población, al sur de Madrid, hay 173.584 habitantes. Una de ella es Dolores, quién sólo ve la punta de las zapatillas al andar. En 1983 resbaló en la calle, quedando boca arriba como una cucaracha, con piernas y brazos en alto por la forma de la espalda. Con el cráneo pegado al suelo y la vista alzada al cielo, vio Lola lo que había crecido la ciudad desde su llegada y le resbalaban las lágrimas en las mejillas, más de decepción que del dolor. Ni nubes en el cielo, ni el final de las copas de los árboles, ni las mujeres saludándose por la ventana, ni los pájaros sobrevolando las cabezas de los viandantes. Un bloque de ladrillos al lado de otro sustituían las pequeñas casas de los años `90; entonces Lola pensó, que para ver eso, era mejor irse.

Imagen: Anthony Coyle - Texto: Sheila García

miércoles, 24 de febrero de 2010

El hombre vacío


El hombre vacío no siente que su vida le haya abandonado. Simplemente nunca estuvo. El hombre vacío sienta a reposar su alma cuando la vida se lo permite y piensa. Trabajo, hijos, esposa, amigos, y perro. Nada significan ya para él si ella no está. Pero, ¿por qué se fue? Durante más de cuarenta años le habia estado acompañando como una parte de él y desde que comenzó a desaparecer gradualmente de su vida no ha vuelto a tener noticias de ella. No ha vuelto a tener noticias de su cordura, y esa ausencia sólo hace que nublarle la vista, perdiendo la perspectiva, el recuerdo y la ilusión. ¿En qué momento se fue? ¿Cuando se dió cuenta de que ya no era él?

El hombre vacío siente que lo tiene todo y que no tiene nada. Si, es cierto que sus hijos le amaban y que tenía una preciosa esposa esperándole cada día al finalizar la jornada laboral. Pero no obstante, aquellas personas ahora le parecían las sombras de lo que un día fue algo y hoy no era ya nada.

El hombre vacío tiene la absoluta certeza de saber que se está volviendo loco. Cada día que pasa siente como un trozo de su cordura se desprende de su cuerpo para no volver. Cada mañana, durante su descanso para comer los veía. Podía sentir perfectamente como su salud mental le abandonaba al mismo ritmo con el que lo hacían las hojas del fresco otoño barcelonés.

¿Por qué se estaba volviendo loco? Quizás fuese demasiado atrevido etiquetar de locura lo que en realidad era pura y simple ausencia. Lo peor de ser un hombre vacío no es la inexistencia de motivaciones para seguir adelante. Tampoco lo es el hecho de vivir como un invitado una vida jamás deseada. Lo que peor llevaba de estar diciendo adiós a su existencia era precisamente eso: Ser el testigo de excepción de su partida hacia lo desconocido.

Aquella mañana, mientras permanecía sentado, con la mirada fija en la nada de su alma sólo un pensamiento brotaba de su interior. Era el mismo de cada mañana desde hacía años: Se sentía vacío.


Imagen:Sheila García - Texto: Anthony Coyle

jueves, 11 de febrero de 2010

Hocicos sin bozal


Actúan con prepotencia. Nacen en la dominación y desembocan en el despotismo. Usan la ridiculez como vestido para los demás y sólo piensan tener el control absoluto de todo lo que hay a su alrededor. Hablan de ética y son los más hipócritas, enseñan lecciones que nunca aplican en su vida, discuten sin escuchar al otro y sólo pretenden tener la razón.

Llevan los zapatos limpios para disfrutar cuando pisan al de al lado y las uñas recortadas para que no se noten las garras preparadas. Su único objetivo es subir a lo más alto, para superar sus estúpidas inseguridades; sólo cuenta aparentar que son los que mandan, sólo importa conseguir el poder, aunque sea por la vía más ¿fácil? No es la más idónea, sí la más repugnante.

Son asquerosos trepadores, enemigos de las relaciones sociales y el compañerismo, ignorantes del significado de la palabra "solidaridad", malditos perros que muerden más que ladran.


Imagen: Anthony Coyle - Texto: Sheila García