martes, 25 de mayo de 2010

Ni a su hijo

-No puedes hacerme esto, es mi cumpleaños papá.
Fuera el bullicio seguía presente. Como cada mañana. Diferentes turistas fotografiando lo mismo, comentando lo mismo y pensando lo mismo. Por eso mismo, por la monotonía, resultaba especialmente destacable lo que estaba sucediendo en un sótano dentro de aquella catedral que todo el mundo retrataba con sus cámaras.
-Hijo de puta, ha llegado el momento de tu fin.
¿Por qué lo anormal sucede a escondidas? Durante siglos nuestro mundo podría permanecer estático a ojos de un extraño. Un mundo únicamente alterado por los inevitables cambios tecnológicos y evolutivos de nuestra raza, por lo demás, todo permanece igual. Rutinario. ¿Pero por qué los horrores siguen cometiéndose en privado mientras lo inalterable es lo público?
-¡Papá! ¿Qué te pasa? ¿Qué te he hecho?
De vez en cuando pasa. Es tan frecuente que nos hemos habituado a ello. Hay personas que se cansan de sonreir. Son aquellos a los que se le nubla la vista, aunque aseguran que es ahora cuando lo ven todo más claro. No quieren seguir haciéndole fotos a la vidriera, ni quieren comprarse otra camiseta de recuerdo y ni se les pasa por la cabeza dejarse robar de neuvo en una terraza de la zona turística. Figuras que pierden su sentido si son ubicadas en un tablero sin sentido.
-He dicho que te calles so mierda, esto lo hago por los dos. Pronto todo habrá pasado.
Era una simple catedral por dios. Era piedra esculpida, escaleras construídas y mentes poseídas. ¿Cómo es la mentalidad de un loco? ¿Es un loco o en realidad es el que goza de la más nítida de las percepciones?
-Papá por favor, ¡no me mates!
Si no se quería ni a sí mismo, ¿cómo iba a querer a otra persona?Ni a su hijo.


Imagen:Sheila García - Texto: Anthony Coyle